¿Qué aventuras viviría un caballito de madera si pudiera convertirse en uno de verdad?
Balancín lo descubre cuando un unicornio, con una sacudida de sus crines y un destello de sus ojos azules, le concede ese deseo. Pese a todo, el caballito no se divierte tanto en la pista de carreras ni en el mágico mundo del circo como cuando jugaba con niños.
¿Podrá volver a ser como antes?