Dada la tendencia del LSD a reactivarse mucho tiempo después de su ingestión, declaró L. Ronald Hubbard a fines de 1979, y dadas también las dosis absolutamente insignificantes que se necesitan para esa reactivación, “finalmente deduje que debe permanecer en el organismo”. La afirmación es mucho más trascendental de lo que uno se podría imaginar de inmediato; en particular, con el descubrimiento correlativo de que todas las sustancias tóxicas (conservantes, pesticidas y toda la colección de drogas de la calle y drogas médicas) pueden alojarse por igual en los tejidos grasos.