Soy nieto del antiguo rey amazigh,
no conozco ni una frase de mi lengua,
no recuerdo nada de mis ancestros,
solo sé que mi abuelo era un pastor en las montañas del Atlas,
persiguió a los muflones,
corrió de día y de noche por las cuestas de los almendros,
puso trampas para la caza en los valles y en los bosques y, como
al resto de los emigrantes,
lo obligó el hambre a instalarse en los llanos
para reparar los utensilios de los árabes
y tener, luego, flirteos con una mujer que se convertiría algún día
en mi abuela
No dudes.
El barco que tiembla hoy en el río nos hará llegar mañana a
donde queremos
Sígueme.
Te haré pendientes de cerezas, un festón de amapolas y un vestido
de follaje. Ponte de pie en esta colina. Deja volar tu melena.
Anhelo verte, campesina, mítica, como las mujeres de la literatura
griega.