Los objetivos de desarrollo del milenio, marcados por la Cumbre de las Naciones Unidad, nos exigen a todos un esfuerzo. Las administraciones Públicas, y las ONG en particular, tienen que aunar fuerzas, concertar políticas, si no ¿cómo vamos a alcanzar tan ambiciosos objetivos? El Consejo de Cooperación es una buena idea, aunque mal realizada en la práctica. En una asignatura pendiente de la cooperación española. A juicio del autor, las ONG deben plantearse, entre otros, los siguientes interrogantes: ¿Se quedarán reducidas a organismos pequeños, útiles sólo para la supervivencia de pequeños círculos de pobres en los países en vías de desarrollo y para la supervivencia de ciertas capas de profesionales y técnicos? O, por el contrario: ¿Lograrán constituirse en instituciones dique contribuyan eficazmente a una redistribución de recursos económicos y culturales a favor de los más pobres?; ¿Se quedarán reducidas a meros intermediarios ente las instituciones donantes del Norte y las ONG del Sur? O, más bien: ¿Serán capaces de dar un valor añadido a su trabajo para que sean imprescindibles como actores de cooperación?; ¿Se convertirán, en la práctica, en una especie de empresas privadas que suplanten a los Estados en la prestación de servicios sociales?