Este libro es una locura, la destrucción de una mente que vuela lo más lejos que se ha podido llegar nunca contra la sensatez con un revólver en una mano y una púa de guitarra para hacernos cosquillas en la otra. Cortés vuela, pero sobre todo lo "vuela" todo: hasta la estatua de la Libertad. Cortés ha inventado un género literario cuando parecía que esto ya era imposible y presuntuoso. Cortázar es un novicio de la travesura al lado de este gigante. Y lo indignante es que Cortés va construyendo su catedral de arabescos intelectuales en tiempos muertos, en los pocos y breves espacios de relax que le dejan sus seis hijos y su trabajo en un organismo dedicado a lo social.